La carga mental no es tu enemiga, es tu aliada.

La carga mental no es tu enemiga, es tu aliada.

La carga mental no es tu enemiga, es tu aliada. Observa, párate, escúchate, analiza, reflexiona. ¿Qué te está diciendo? ¿para qué? ¿tienes que cambiar algo? ¿qué has de cambiar?

No te enfades, no te bloquees, no pases de todo… escucha, atiende, agradece y toma acción.

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El baile de Elsa y la carga mental de su madre

Se despertó tranquila, abrió los ojos y ya había luz.

No importaba la hora, era domingo y el propósito de la noche anterior era descansar, dormir sin poner el despertador; su cuerpo y su mente necesitaban descanso.

Era maravilloso ese silencio, todos dormían… Se quedó un rato en la cama escuchando con atención. Pasados unos minutos, podía oír el canto de los pájaros y el agua del río a lo lejos.

Se levantó sin prisas, todos dormían; en poco tiempo el invadía el olor a café y a pan recién tostado, pensó por un momento que era maravilloso comenzar el día así.

Poco a poco se fueron levantando Elsa, Tom y Fran, todos a desayunar y después cada uno a lo suyo.

Ha tenido que decir a Elsa varias veces que se ponga con su tarea, tiene que presentar un trabajo para el cole y lleva días dejándolo para otro momento y había acordado que lo tendría que hacer antes de ir a visitar a sus abuelos.

La calma empieza a desvanecerse, no sabe cómo hace, pesero es muy frecuente que la enfade por su falta de compromiso e interés. Así que siguen con la discusión y al final Alba comienza a gritarle a Elsa, como si por levantarle la voz, la fuera a escuchar mejor.

La tarea consistía en hacer un vídeo de un baile y Elsa le decía a su madre que le daba vergüenza y que no sabía bailar.

Así que la conversación termina con Alba muy enfadada, con cara de sargento diciendo a u hija:

-Ponte ahí que ya te grabo, salga como salga.

Estaba claro que en esta situación, el baile no a salir bien… Su enfado crecía por momentos hasta que recordó algo que había leído la noche anterior… Algo relacionado con las emociones, así que en ese mismo momento, pidió a Elsa que practicara un poco más y salió al balcón.

Necesitaba calma, reflexionar, pararse y analizar el por qué de su enfado. ¿De dónde viene esa ira? ¿que le está diciendo? Así que una vez consciente de que no estaba actuando bien, se sentó y cerró los ojos. Respiró profundamente, se relajó y empezó a desconectar.

Con el cuerpo más relajado y la respiración tranquila, empezó a pensar en lo que había sucedido. El parloteo mental duró unos 20 minutos, en los que llegó a la conclusión de que el enfado no era por Elsa, sino por ella misma.

¿Qué es lo que hace salir ese enfado? ¿tiene tanta importancia esta situación? ¿qué te está diciendo? Las respuestas empezaron a llegar a los pocos minutos…

-Yo soy muy autoexigente, lo he aprendido o soy así. Es algo que me sirve en muchas ocasiones, pero me hace daño otras veces. Veo que mi hija no es así y es el punto en el que salta y sale mi enfado. – ¡Ahí está! Esa es la emoción, «enfado». Y la causa «quiero que mi hija sea como yo».

Una vez que no reconoce y se hace consciente de que no pasa nada porque Elsa tenga otra forma de ser, piensa en un plan de acción.

Ahora tengo que arreglar esto… Y con las ideas más claras entra de nuevo y se sienta con Elsa para hablar.

-Elsa, ¿cómo vas?

-Mamá no sé baiar.

-Claro que sabe, ¿cómo que no?

-Además… Me da mucha vergüenza.

-No entiendo… Si no grabo, no te da vergüenza y si grabo, sí… Explícame.

– Bueno… es que no me gusta que se rían de mí.

-¿Quién se va a reír?

-Mis compañeros, si no me sale bien…

-Ahora entiendo… Cariño, es un baile, ¿a ti te gusta bailar?

-Sí.

-¿Te lo pasas bien?

-Sí.

-Entonces… ¿qué más da lo que te digan los demás?

-Elsa estoy muy contenta, acabamos de descubrir por qué no te salía bien… Era por eso; lo hacías por miedo al qué dirán. Ya está, vamos a hacerlo de nuevo. Esta vez disfrútalo, déjate fluir y olvídate de lo demás; verás cómo te sale mejor.

Y así lo hizo, y claro que sí, le salió mucho mejor. Se reflejaba en su cara la felicidad y, por esta vez, habíamos roto una «creencia limitante» que no le permitía hacer el baile.

Alba salió de nuevo al balcón, se sentó a pensar en lo que había pasado… El giro que dio en ella, el gestionar su emoción de «enfado» había repercutido también en Elsa. Desde la calma en lugar la irá, habló con su hija y consiguieron ambas el éxito.

-Mamá – aparece Elsa, asomando la cabeza por la puerta.

-Dime, cariño.

-Gracias, muchas gracias por ayudarme.- Y la rodea con sus brazos, con los ojos llorosos.

-Gracias a ti, mi vida, tu también eres una gran profe para mí.

 

María Díaz. Coach Integral (Orense).